El Dios
Dos hombres visitaron a Dios en la Montaña Sagrada. Uno traía infinitas preguntas para hacerle y en sus ojos se notaba la ansiedad del que lo cuestiona todo; del que quiere develar los secretos de un mago. Dios respondió con infinita paciencia cada una de sus preguntas, tratando de explicarle con la mayor sencillez posible -casi como si se dirigiera a un niño- las cosas más complejas y rebuscadas sobre las que el hombre le interrogaba: ¿qué es la nada?, ¿estamos solos en el Universo?, ¿existe vida después de la muerte?. El otro hombre, más sabio que el primero, se limitaba a observar, aguardando tranquilo y en silencio su turno. -Cuando el primer hombre hubo concluido, Dios habló al segundo: ahora es tu turno, le dijo, con infinita bondad. -Bien, dijo el hombre. Yo sólo traigo una única pregunta. La más sencilla, la más evidente: ¿Por qué toleras nuestras preguntas?. Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Dios. -La Divinidad respondió con otra pregunta: "¿crees que es por amor?". Siguó un leve instante de silencio. Luego procedió a devorarlo, mientras el otro hombre, inútilmente, trataba de escapar.
Christian Lucero M.
Christian Lucero M.
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