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"El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que de veras siente. Y los que leen lo que escribe en el dolor leído siente bien, no los dos que él tuvo mas sólo el que ellos no tienen. Y así en los rieles gira, entreteniendo la razón, ese tren de cuerda que se llama el corazón". (Fernando Pessoa)

domingo, 1 de julio de 2007

Anécdotas en R.E.M. II: Un exorcismo en mi habitación


En una de las ocasiones en que me había dormido más temprano de lo habitual escuchando las chácharas y anécdotas que se ventilaban en el programa "Tarde pero Temprano", de la radio Del Plata, de Buenos Aires, comencé a tener un extraño sueño. Soñé que estaba en una espesa selva. Me encontraba atado de piernas y brazos a la parte posterior del tronco de un gran árbol. A mi alrededor desfilaban a paso lento varios hombres y mujeres, de rostros difusos, al parecer indígenas del amazonas. Una figura principal me hablaba en un idioma incomprensible. Todas las voces repetían al unísono ciertas palabras. Me daba cuenta que estaba en medio de un ritual. Luego, las voces se fueron haciendo más comprensibles y los rostros más definidos. Eran rostros de mulatos, negros e indios que me rodeaban con sus antorchas encendidas. "Sal demonio!", odenaban las voces; comprendí de inmediato que era objeto de un exorcismo. Logré identificar al líder del grupo, una especie de brujo, quien tenía el torso desnudo y un sombrero de plumas. "Sal de ahí demonio!", volvían a exclamar. El llanto de mujeres y de un sus bebés producía un sonido confuso y aterrador. La oscuridad de la noche era profunda, y los rostros desconocidos no lograban darme consuelo. Recuerdo que desperté muy agitado, con el cuerpo empapado de sudor. Segundo después, constataba que sólo se había tratado de un sueño, o al menos, eso pensaba, en mis primeros pensamientos confusos. Había estado soñando, uf!, qué alivio!, me dije. Segundos de horror viví, al percatarme que, no obstante encontrarme ya bien despierto seguía escuchando, en la oscuridad de mi cuarto, las voces exhortante que salieran los demonios de mi cuerpo. "Sal demonio", "salga de ahí!", repetía enérgicamente el brujo.
Al encender la luz, pude darme cuenta que el radio estaba encendido, y había estado captado la señal de un programa espiritistas brasilero, en los que, en esos momentos, se practicaba, en vivo, un exorcismo. Apagé el transmisor y me dormí aliviado, con un ojo bien abierto, por si las moscas.

2 comentarios:

Blogger XAVIER DUARTE ARTIGAS ha dicho...

PARA NAZARIO: LA DESCRIPCIÓN QUE HACES, UNA VEZ + NOS UBICA EN 2 MUNDOS, EL DE DESPIERTOS Y EL PODEROSO DE LOS SUEÑOS. LO QUE PUEDO DECIRTE ES QUE SUEÑO MUCHO; ÉSTOS TIENEN QUE VER CON MI VIDA PERO HAY UN DISLOQUE EN EL CUAL TAN SÓLO COMPRUEBO UNA SEVERA INCOMODIDAD. HE AQUÍ QUE A LA INCOMODIDAD DEL ESTADO DE VIGILIA, SUMO ÉSTA, NADA MENOR.
HE DISFRUTADO LEYÉNDOTE. ESPERO QUE NOS ENCONTREMOS EN ESTOS SITIOS...DE POESÍA.
UN ABRAZO DE XAVIER

1 de julio de 2007, 23:51  
Anonymous Anónimo ha dicho...

ALEXA quiero compartir con uds un poema de Ruben Dario que habla de la inocencia y del primer amor,

ABROJOS

I

¡Día de dolor
aquel en que vuela
para siempre el ángel
del primer amor!



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II
¿Cómo decía usted, amigo mio?
¿Que el amor es un río? No es extraño.
Es ciertamente un río
que uniéndose al confluente del desvío,
va a perderse en el mar del desengaño.



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IX
Primero, una mirada;
luego, el toque de fuego
de las manos; y luego,
la sangre acelerada
y el beso que subyuga.
Después, noche y placer; después, la fuga
de aquel mastín cobarde
que otra víctima elige.
Bien haces en llorar, pero ¡ya es tarde!...
¡Ya ves! ¿No te lo dije?




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XI
Lloraba en mis brazos vestida de negro,
se oía el latido de su corazón,
cubríanle el cuello los rizos castaños
y toda temblaba de miedo y de amor.
¿Quién tuvo la culpa? La noche callada.
Ya iba a despedirme. Cuando dije "¡Adiós!",
Ella, sollozando, se abrazó a mi pecho
bajo aquel ramaje del almendro en flor.
Velaron las nubes la pida luna...
Después, tristemente lloramos los dos.




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XIII
¿Qué lloras? Lo comprendo.
Todo concluido está.
Pero no quiero verte,
alma mía, llorar.
Nuestro amor, siempre, siempre...
Nuestras bodas... jamás.
¿Quién es ese bandido
que se vino a robar
tu corona florida
y tu velo nupcial?
Mas no, no me lo digas,
no lo quiero escuchar.
Tu nombre es Inocencia
y el de él es Satanás.
Un abismo a tus plantas,
una mano procaz
que te empuja; tú ruedas,
y mientras tanto, va
el ángel de tu guarda
triste y solo a llorar.
Pero ¿por qué derramas
tantas lágrimas?... ¡Ah!
Sí, todo lo comprendo...
No, no me digas más.



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XIV
Yo era un joven de espíritu inocente.
Un día con amor la dije así:
Escucha: el primer beso que yo he dado,
es aquel que te di...
Ella, entonces, lloraba amargamente.
Y yo dije: ¡Es amor!
sin saber que aquel ángel desgraciado
lloraba de vergüenza y de dolor.



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XVI

Cuando cantó la culebra,
cuando trinó el gavilán,
cuando gimieron las flores,
y una estrella lanzó un ¡ay!;
cuando el diamante echó chispas
y brotó sangre el coral,
y fueron dos esterlinas
los ojos de Satanás,
entonces la pobre niña
perdió su virginidad.



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XVII
Cuando la vio pasar el pobre mozo
y oyó que le dijeron: ¡Es tu amada!...
lanzó una carcajada,
pidió una copa y se bajó el embozo.
¡Que improvise el poeta!
Y habló luego
del amor, del placer, de su destino...
Y al aplaudirle la embriagada tropa,
se le rodó una lágrima de fuego,
que fue a caer al vaso cristalino.
Después, tomó su copa
¡y se bebió la lágrima y el vino!



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XXXVIII
Lodo vil que se hace nube,
es preferible, por todo,
a nube que se hace lodo:
esa care y aquél sube.



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XLI
Vamos por partes:
comenzara muy puro,
pero, al fin... ¡carne!



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LVIII
¿Que por qué así? No es muy dulce
la palabra, lo confieso.
Mas, de esa extraña amargura
la explicación está en esto:
después de llorar mil lágrimas
ásperas como el ajenjo,
me alborotó el corazón
la tempestad de mis nervios.
Siguió la risa al gemido,
y a la iracundia el bostezo,
y a la palabra el insulto,
y a la mirada el incendio;
por la puerta de la boca
lanzó su llama el cerebro,
y en aquella noche oscura,
y en aquel fondo tan negro,
con la tempestad del alma
relampagueó el pensamiento,
y les salieron espinas
a las flores de mis versos.

25 de julio de 2007, 15:40  

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